jueves, 16 de octubre de 2008

Nada te turbe, nada te espante

Ayer, 15 de octubre, la Iglesia recordó a una de sus santas emblemáticas, Doctora de la ley, Santa Teresa de Jesús. Casualmente asistí a una celebración Eucarística y pude agradecer a Dios, junto con mis amigos del MCC de Arequipa, por este gran Don. ¡Sí, creo que la vida ejemplar de los santos hay que celebrarla y agradecerla!

Pero hay algo más que tuve la fortuna de conocer ayer y quiero compartirlo con quienes lleguen por aquí. Es la oración de Santa Teresa, “Nada te Turbe”. Es realmente bella y mientras me la aprendía de memoria pare recitarla siempre, busqué en internet y la encontré cantada por varios intérpretes. ¡Muy bonita! No tela pierdas, cada una es mejor que la otra…
Nada te turbe,
nada te espante
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza,
quien a Dios tiene
nada le falta
sólo Dios basta.

Santa Teresa de Jesús




lunes, 13 de octubre de 2008

Para aquel al que no le alcanza Jesucristo

Sé que el título debe sonar blasfemo para muchos. Sin embargo es verdad que no siempre nos conformamos con lo que tenemos, con lo que somos o con lo que recibimos. Me explico. Como muchos, yo crecí en un hogar católico. Mi fe, por lo tanto, la heredé de mis padres. No sé que hubiera sido si hubiera nacido en Europa, o si hubiera sido indígena peruano.

Pero creo que en toda vida, a todo ser racional, le llega un momento en que se pregunta ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿A dónde voy? Y entonces, con los elementos que ha recibido, arma su respuesta. Así que sin importar su origen, quizás todo ser humano llegue a este punto. Y su respuesta la armará con los elementos recibidos o encontrados a través de su experiencia, de sus vivencias.

Sin embargo también creo en Dios, Único y Verdadero, que se manifiesta a todos los hombres por igual. Así, de uno u otro modo, Él se presenta en las vidas de todos los hombres. No es que sea distinto, sino que serán distintas las experiencias, los recursos, heredados o descubiertos, que usaremos para verlo e “interpretarlo”. Cada quien con su lente; cada quien desde su perspectiva.

A Dios lo tenemos que descubrir en nosotros mismos. Es allí donde lo encontramos. Y estoy seguro que si vamos profundizando en nosotros mismos, lo iremos conociendo mejor, y será inevitable que lleguemos a la conclusión que es Único y que es El Mismo para todos. Aunque es posible que algunos nos fijemos o logremos comprender sólo algún aspecto parcial de Él.

Dios es único y constituye el punto de encuentro de todos los que le buscan sinceramente, sin importar el punto de partida. Él sale a nuestro encuentro cuando lo buscamos y no hay otra forma de encontrarlo realmente sino a través de los demás. Por eso es Único y es Él Mismo para todos.

Dios quiere que todos seamos felices y para ello nos da una sola receta: amaos los unos a los otros. ¡Ese es el secreto de la felicidad! Que en realidad no es ningún secreto, pues todos los que hemos crecido en hogares occidentales y católicos, lo sabemos desde que somos niños. El problema es que no lo comprendemos o no lo queremos comprender. Se nos hace tan difícil creer en esta fórmula. Nos parece simple e irreal. Nos suena a poesía o a retórica. Queremos entender el asunto metafóricamente y darle una serie de explicaciones racionales, tratando de interpretar lo que en realidad quería decirnos Jesucristo. O sea que Él no quiso decir lo que dijo, sino lo que nosotros queremos entender. Nuestra necedad nos lleva a sostener que Jesucristo necesita un intérprete y que nosotros resultamos sus mejores traductores. Y así, aquella frase se convierte en poesía, desencarnada.

Entonces, dejamos de oír a nuestro Dios, al Único, a Aquel que nos habla en nuestro interior, de manera muy sencilla y clara, a Aquél que nos conoce, comprende y guía desde niños, para empezar a buscarlo afuera, en teorías muy bien elaboradas, muy lógicas, racionales y científicas. Empezamos a dar rodeos.

Por eso, para aquel que no le basta Jesucristo, aquí comparto un artículo que quizás lo lleve a encontrar a Dios, al Único, a través de una envoltura más actual, más “atractiva”, más en boga.

Estoy seguro que al final, si cultivas de modo auténtico los principios que esta lectura insinúa, verás que Él Camino es Uno, como Dios es Único...y entonces, nos volveremos a encontrar en Él.
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